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Regulación de la temperatura canina

Regulación de la temperatura canina


En el perro existen peculiaridades en la manera de difundir el calor que lo distinguen del hombre. Vale observar que, aunque es un mamífero como el ser humano, se diferencia de éste por diversas particularidades fisiológicas de notable importancia, sobre todo a efectos atléticos. Un ejemplo: el perro prácticamente no suda y elimina el calor, sobre todo, a través del aparato respiratorio, por lo cual no experimenta una pérdida sensible de sales minerales; en consecuencia, tras un esfuerzo físico prolongado, es suficiente reintegrar el agua perdida para retornar a la normalidad fisiológica y funcional. Tienen glándulas sudoríficas únicamente en las plantas de los pies. Normalmente en quince minutos el perro se encuentra normalizado respiratoriamente a condición que haya reintegrado el líquido perdido.


Por otra parte, el perro presenta una termorregulación particular: durante el trabajo muscular la temperatura corporal sube con facilidad y alcanza los 39-40º centígrados y, a veces, más, hasta llegar a los 42,5º, produciéndose una hipertermia fisiológica del esfuerzo, que no conviene confundir con la clásica congestión cerebral conocida popularmente como “golpe de calor”. Estos altos valores tienen la particularidad de favorecer el funcionamiento de todos los sistemas enzimáticos orgánicos y mejoran su rendimiento físico.
Un tema muy interesante de estudiar dentro de los sistemas de difusión de calor en el perro es la gran importancia que tiene la cabeza en ellos. De todos son conocidos los escandalosos efectos que las altas temperaturas producen a simple vista en los perros, jadeos, salivación... y hasta colapsos que pueden llegar incluso hasta la muerte en casos extremos: se trata de las peligrosas congestiones cerebrales. El cerebro tiene que mantenerse a menos de 41º para que no se corra el riesgo de provocar el temido edema cerebral. Cuando se supera esta cifra puede ocurrir lo dicho anteriormente, sobre todo en las razas braquicéfalas y prognatas y en perros demasiado viejos, jóvenes o enfermos. El cerebro mantiene una temperatura inferior a la de los músculos por cuanto la sangre fluye del morro, y sobre todo de la nariz, a una temperatura que disminuye por la evaporación del líquido nasal, esa es una de las circunstancias por la que los perros de gran resistencia tienen tendencia a poseer largo el hocico. A esto se suma que los cánidos tienen unas características especiales en los sistemas venosos y arteriales de la cabeza que muestran un paralelismo con similitudes a las de los herbívoros, pero que tienen asignadas funciones distintas. En los herbívoros, este mecanismo contribuye a evitar el éxtasis venoso de la sangre de retorno cuando el animal pasa mucho tiempo con la cabeza descendida hasta el suelo para poder injerir la hierba y forraje o beber agua. En los cánidos, en los perros, que es lo que estamos estudiando, cumple una función “intercambiadora de calor”, refrigeradora. El sistema venoso que drena la sangre en la cabeza (excluida la cavidad craneana con el encéfalo y otras estructuras en su interior) es fundamentalmente paralelo al sistema arterial. Sin embargo, en la región facial, especialmente bajo los músculos maseteros, algunas de las ramas venosas se dirigen gradualmente para anastomosarse con otras distintas de la propia cabeza, creando círculos alternativos que tienen un especial significado funcional. Además, esas venas disponen de amplias dilataciones en su recorrido que forman amplios senos venosos. La conexión de la vena facial profunda con el seno cavernoso permite el paso de sangre relativamente fría, procedente de las paredes laterales de la cara, del paladar duro y de la cavidad nasal, hacia el interior del cráneo. Como el seno cavernoso rodea a la arteria carótida interna, esto permite que se enfríe la sangre arterial que llega al encéfalo como parte de los mecanismos de control de calor y de la temperatura del cerebro.
La presencia de estos generosos senos venosos en el trayecto de estas tres venas (la facial transversa, la facial profunda y la bucal), situado inmediatamente debajo de los maseteros y apoyado sobre la lámina externa del hueso maxilar, constituyen la base del citado sistema de bombeo refrescante. Por estos motivos el cerebro del perro se mantiene a una temperatura inferior a la de los músculos.
Los perros, como casi todos los mamíferos, son homeotérmicos. Es decir que la temperatura corporal se mantiene prácticamente constante a lo largo de su vida. Las fluctuaciones no son en condiciones de vida normales superiores a 1º C., aunque pueden variar de un día a otro e incluso de una hora a otra. Solamente las enfermedades, las condiciones extremadas de calor o frío y, sobre todo, cuando se realizan ejercicios intensos y prolongados hacen que las condiciones normales se desvíen. La temperatura corporal refleja la existencia de un cuidadoso equilibrio entre la producción y la pérdida de calor.
Gran parte de la energía química producida por el cuerpo se pierde en calor, en el perro aún más que en el hombre:
Energía Mecánica: 25 %. Energía Térmica: 75%*
El cuerpo transfiere el calor de las partes nucleares hacia el exterior por cuatro mecanismos:
• Conducción: El calor generado en las partes profundas del cuerpo es conducido a través de los tejidos hasta llegar a la superficie corporal. Puede ser transportado hasta la piel o hasta el exterior, hasta el aire o el agua que está en contacto directo con la piel. Al contrario, si el exterior esta caliente, se invierte el proceso y la piel se calienta y se difunde hacia las zonas nucleares.
• Convención: Supone la transferencia del calor de un lugar a otro por medio de un gas, en este caso el aire o el agua. Cuando el aire circula alrededor del cuerpo barre el calor que se ha calentado por el contacto por la piel, cuanto mayor es el movimiento o cuanto más frío sea, por ejemplo en el agua, mayor es el ritmo de eliminación de calor. Aunque la conducción y la convención eliminan constantemente el calor cuando la temperatura exterior es menor que la del cuerpo, sólo supone una pequeña pérdida de entre el 10 y el 20 %. No obstante un cuerpo sumergido en el agua puede perder hasta veinticinco veces más calor que con una temperatura similar del aire. Es decir que el perro metido en el agua padece una temperatura inferior a 25º con respecto a la que haría fuera del agua.
• Radiación: En reposo es el método principal de pérdida del exceso de calor corporal. Aproximadamente el 60% del calor expelido corresponde a la radiación. Es liberado por medio de rayos infrarrojos, que son una forma de ondas electromagnéticas. Si la temperatura exterior es superior al cuerpo este recibe por el mismo método calor irradiado. La radiación se emite en proporción inversa, el frío al caliente y el caliente al frío. El sol es un tremendo irradiador de calor. El color del perro influye grandemente en la acumulación de calor. Considerando un cociente teórico de absorción del 100 % para los colores claros que rocen el blanco, estos absorben el 27 %; un oscuro tono cercano al negro absorbe el 83 %.
• Evaporación: Es el camino más importante para la eliminación de calor durante el ejercicio. Representa el 20 % de pérdida durante el reposo, pero durante el ejercicio se convierte hasta de un 60 %. En el perro, al ser la sudoración muy leve y prácticamente sólo en la planta de los pies, se pierde mediante la evaporación a través de las mucosas de la boca y de la lengua, algunas veces de una forma que nos parece muy escandalosa.
No obstante hay que observar que el sistema de evaporación respiratoria, aunque aparentemente muy limitado, es importante. Aunque el perro esté con la boca abierta no está respirando por la boca, lo hace tomando el aire por la nariz y expulsándolo por la boca. Cuando el perro aspira por la nariz, el aire que entra está en contacto con largas superficies en las fosas nasales, donde recoge humedad. En cambio el aire expulsado por la boca lo hace incluso a la temperatura corporal. Pero el perro puede jadear con la boca cerrada, y cuando lo hace expulsa el aire por la nariz a una temperatura de 29º. Este experimento de Schmidt-Nielsen y colaboradores demostró que el perro podía bajar varios grados la temperatura del aire exterior al regularlo por medio de la respiración nasal. A esto hay que añadir la cooperación que supone el órgano vómero-nasal que añade un caudal adicional de aire cuando el perro está haciendo presa con la boca semicerrada.
Orientaciones de carácter general en condiciones de estrés por calor:
Conviene seguir una serie de orientaciones cuando se quiere entrenar a nuestro perro en condiciones en que se pueda producir estrés por calor. Tenemos que tener en cuenta que el golpe de calor, cuando se produce en el hombre, que también se produce, va precedido por una serie de síntomas que nos alertan del peligro: en el perro, por una evidente falta de comunicación verbal, debemos ser nosotros los que casi adivinemos lo que le ocurre al animal.
• Los síntomas más visibles del estrés son: temblores, respiración muy agitada, vómitos, estado postrado o desanimado...
• Con temperaturas superiores a 25º C. no se le debe obligar a efectuar ejercicios de resistencia demasiado prolongados. Sobre todo cuando la humedad, la temperatura y el sol se combinan. Si el perro es corpulento o de color muy oscuro el peligro se acentúa.
• Los entrenamientos veraniegos deben programarse para primeras horas de la mañana o últimas de la tarde para minimizar la radiación solar y la temperatura ambiente. Si es posible hay que sustituir las carreras y ejercicios demasiado prolongados al sol, por la natación.
• Debe disponerse de un adecuado suministro de agua, que debe ser tomada libremente. Es muy beneficioso mojar al perro de vez en cuando. Podemos observar que cuando hacemos una marcha larga al sol y con mucho calor, en determinados momentos y por instinto, el animal se va adelantando o retrasando a nosotros buscando el fresco que le dan las sombras y, si hay agua, metiéndose en ella o bebiendo insistentemente.
• Un perro entrenado está mucho menos expuesto a un síncope por calor. Al empezar la época de temperaturas altas debemos aclimatar a nuestro animal gradualmente.
• Un perro aclimatado y entrenado empieza a jadear y sacar la lengua antes que otro no entrenado. No debemos alarmarnos, es un indicativo de su superior eficacia para disipar el calor y de que sus mecanismos adaptativos empiezan a actuar antes.
• Hay que tener suficiente cabeza y sensibilidad como para detener el ejercicio cuando pensemos que puede repercutir negativamente en la salud de nuestro perro o cuando el riesgo sea demasiado grande.
• Tenemos que saber que debemos hacer ante un “golpe de calor”. Debemos mojar al animal, pero no demasiado bruscamente. Incidiremos en la zona del cuello y del vientre teniendo cuidado de en no bajar demasiado la temperatura para no provoca
r una hipotermia.



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